Sirenas en un río sucio
Publicado en El Asombrario y publico.es, 10/07/2023
El río Suzhou, que se
adentra en la ciudad de Shanghái a lo largo de más de veinte kilómetros,
es de color cemento. La cámara nerviosa que recorre el cauce muestra cascotes y
basura en sus orillas a los pies de edificios a medio construir o a medio
derruir, remolcadores y barcazas que flotan en la corriente como saurios
gigantes, bicicletas, camiones, motos y destartalados autos que cruzan sobre el
puente con su respiración de hollín. Y de pronto allá, entre los tablones
podridos del muelle, un pescador cree ver por un momento el extraño centelleo de
una cola de sirena. Este es el río más sucio del mundo, nos está diciendo
el narrador. Luego, con espray negro y una plantilla, va estampando su número
de teléfono en las paredes de los muelles mientras nos cuenta que se ofrece
para hacer películas: bodas, cumpleaños, lo que tú quieras. Y que ha visto con
su cámara muchas historias que podría contarte, aunque también podría ser que
mintiera sobre ellas. Si lo miras el tiempo suficiente, dice su voz en
off, el río te lo mostrará todo.
Cuando en el año 1998 Lou Ye rodó esta película, las autoridades acababan de lanzar un ambicioso plan para limpiar el río Suzhou a su paso por el distrito de Jing’an en pleno corazón industrial de Shanghái, en cuyas orillas, asediadas por los ruinosos cadáveres de fábricas y almacenes, rompía el oleaje de aguas contaminadas que dejaba el intenso tráfico de mercantes. Durante treinta días, de forma clandestina porque tenía prohibido hacerlo sin permiso de las autoridades, el director chino registró cámara en mano la incesante agitación de personas y vehículos en torno al río donde, como contó cuando estrenó la película, había pasado su infancia inventando historias sobre la gente que veía pasar desde su ventana. Nadie se atreve a mirar al río Suzhou de frente porque, si bien es el río madre de la ciudad, también es una amalgama de contaminación, caos, pobreza y vestigios del pasado colonial de Shanghái. Sin embargo, también es un escondite de hermosos recuerdos.
Lou Ye tenía la idea de fotografiar
el río y usarlo como escenario para las relaciones entre algunos personajes
cuando leyó un reportaje cuyo título se le quedó grabado: “Espectáculo de
sirenas”, y después le asaltó la idea de incluir en su película un yo, ese
narrador-cámara que nos habla y que en la Taberna Feliz conoce a Meimei,
la sirena que con su larga peluca rubia se contorsiona para los clientes en un
tanque de agua. Ella le contará la historia del joven triste a quien vemos
acodado en la barra, que lleva años buscando un amor perdido. Es Mardar,
que trabaja con su moto como mensajero y en otro tiempo se enamoró de Moudan,
la hija de su jefe, a quien por presiones de una mafia con la que se
relacionaba, tuvo que secuestrar. Rota de dolor por la traición del mensajero,
de quien también se había enamorado, Moudan se arrojó al río y desapareció
entre sus aguas. Tal como ocurre con Madeleine, el personaje de Kim Novak
en Vértigo de Hitchcock, Meimei y Moudan -interpretadas
ambas por Zhou Xun- parecen dos versiones de una misma persona, y de
igual forma la ficción va entrando en la realidad o es la realidad la que
penetra en una historia que quizá solo existe al ser narrada en la cabeza de la
sirena Meimei: “Tal vez pasó junto a mi ventana… ¿Qué más? Déjame pensar.”
Pero Suzhou River no es solo una historia de amor. Y sería difícil encasillarla en un género; no es solo un melodrama, ni un thriller. El carácter documental de los planos en movimiento que capta el narrador, los desenfoques, el tono desvaído de la fotografía con la textura del Super 16mm, el montaje en secuencias rápidas con sus fallos de etalonaje, a veces casi como parpadeos, imprimen a la película un carácter de autenticidad que se va diluyendo en ese otro río de la ficción y la memoria donde los amantes están viviendo su tragedia como un desdoblamiento de la realidad, como en un juego de cajas chinas. Y es que, ¿acaso ha habido alguna vez sirenas en el sucio río Suzhou? “Las cámaras no mienten”, nos repite el narrador en off desde su vida presente. “¿Seguirás buscándome hasta que mueras?”, pregunta Meimei a Mardar con insistencia.
En realidad, el esquema de la historia
fue surgiendo durante el montaje en Berlín sobre la película inicial de una
hora con las tomas del río donde se desarrollaban algunas acciones de los
personajes cuya interacción no estaba definida. El director tuvo que rodar y añadir
nuevas escenas y comenzó también a reescribir muchas frases del guion, donde cobró
relevancia el narrador con su voz en off y la cámara como un quinto personaje, y
se decidió además el destino de Meimei: si ella y Moudan, la sirena de la
Taberna Feliz, serían o no la misma mujer. Los continuos cambios de perspectiva
subjetiva y objetiva terminaron de dotar de misterio y ambigüedad a la trama. En
una entrevista promocional, Lou Ye confesó que a partir de Suzhou River
había cambiado su forma de trabajar para siempre. Descubrí cómo el guion
cambia su función una vez terminado el rodaje y se convierte en una mera
referencia para crear un material del que luego salga la película. Esto me hizo
más atrevido en los siguientes trabajos. Es un hito en mi carrera, me liberó
creativa y técnicamente.
Lou Ye pertenece a la llamada Sexta Generación de cineastas chinos, posterior a la eclosión en las salas de todo el mundo a finales de los ochenta de las grandes epopeyas históricas y coloristas de directores como Zhang Yimou. En el estilo y la temática de esta nueva generación, que trabajaba con presupuestos modestos en escenarios urbanos y marginales y cuya pretensión era mostrar la radical transformación del país, dominaba una corriente de realismo sucio donde Suzhou River surgió como una revolucionaria extravagancia, y el mantra que repite el narrador en la película, mi cámara no miente, se convirtió en el eslogan del grupo y dio título a un documental sobre el movimiento. Lou Ye no pudo ver Suzhou River en las salas de su país, ya que pesaba sobre él la prohibición de hacer películas y proyectarlas sin permiso de las autoridades, y pese a que solicitó el permiso, nunca obtuvo respuesta. Pero la película se estrenó en Rotterdam donde fue reconocida con el Premio Tiger, el máximo galardón, obteniendo luego nominaciones y premios en los festivales de Gijón, París, Viena, Tokio y Oporto.
Suzhou River es “un documental que se vive como un sueño”, como la definió el prestigioso crítico americano James Lewis Hoberman. La película retrata una ciudad que ya no existe; el río finalmente se limpió, hoy incluso se celebran en él competiciones deportivas y sus orillas están flanqueadas por largos rascacielos plateados que se levantaron sobre los cascotes de aquel pasado industrial. Pero la película de Lou Ye sigue reflejando intacta la verdad poética que le arrancó a sus aguas: que en una ciudad inmensa todas las vidas pueden llegar a cruzarse, confundiendo sus destinos para siempre.
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