Mirar el mundo
Vista de la exposición Una ventana al mundo. 130 años de National Geographic |
Publicado en El Asombrario y diario Público, 24/12/2018
Qué lejano nos parece hoy, cuando podemos asomarnos al mundo con solo mover –literalmente- un dedo, aquel tiempo en el que intrépidos viajeros cruzaban océanos, selvas o peligrosas montañas para descubrir la naturaleza y la cultura de lugares remotos, provocando estupor con sus hallazgos y deslumbrando a todos con el increíble relato de lo que habían visto. Es posible que nuestra forma de vida hiperconectada haya destruido esa antigua capacidad de asombro, y que incluso tengamos la insolente convicción de haberlo visto todo al menos desde una pantalla, sin embargo seguimos conservando intacta nuestra fascinación por lo que está lejos o es diferente, por todo aquello que tiene un cierto aire exótico.
Esa fascinación parece haber alimentado a lo largo del tiempo el espíritu y la intensa actividad divulgativa de National Geographic, cuya historia y legado es el tema de la exposición Una ventana al mundo. 130 años de National Geographic, en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid. Como se cuenta en la muestra, la famosa sociedad geográfica americana surgió en 1888 desde ese anhelo por alcanzar lugares inexpugnables o inexplorados, y difundir los descubrimientos de estos viajes y las conclusiones de sus estudios mediante la publicación de una revista. En una de las vitrinas de la exposición se puede ver alguno de los primitivos ejemplares, que ya lucían el característico recuadro en su portada convertido después en marca de la compañía. En el número de junio de 1903 el inventor Alexander Graham Bell, cofundador y presidente en los inicios de la sociedad, explicaba sus experimentos en la construcción de cometas a partir del tetraedro que se exhibe flotando en una urna de cristal. En la muestra hay algunos objetos representativos como las botas que calzó el explorador americano Barry Bishop en su expedición al Everest de 1963, y también imágenes y fragmentos documentales de personajes relevantes en cuya labor ha estado especialmente implicada la sociedad geográfica: el explorador del polo norte Robert E. Peary; el descubridor de la ciudad de Machu Pichu Hiram Bingham; las famosas primatólogas Jane Goodall y Diane Fossey; el oceanógrafo Robert Ballard, que descubrió los restos del Titanic; los biólogos marinos Enric Sala y Sylvia Earle, galardonada este año con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
La fotografía, cómo no, tiene un gran protagonismo en la exposición. Una cámara y sus teleobjetivos, soledad, observación y paciencia eran las herramientas de los fotógrafos de naturaleza clásicos para documentar la vida animal agazapados entre la maleza, subidos a las ramas de los árboles, ocultos durante horas en tiendas con tela de camuflaje mientras esperaban la aparición providencial de algún ejemplar. Hoy nos sobrecogen las espectaculares imágenes que captan los pequeños drones o las cámaras adosadas al cuerpo de los animales como la crittercam, que pueden transportarnos al corazón mismo de los ecosistemas donde habitan y hacernos sentir por un momento lo que ellos sienten. Hay una muestra del proyecto PhotoArk del fotógrafo americano Joel Sartore, cuya exposición se puede ver ampliada en el Museo de CienciasNaturales de Madrid hasta el 5 de enero, que se ha propuesto retratar a todas las especies del mundo con especial énfasis en aquellas que están en peligro de extinción. Sus animales, captados sobre un fondo neutro en actitud tranquila, parecen perder algo de su naturaleza salvaje y posan casi como lo haríamos nosotros.
Tras sus inicios marcados por la exploración geográfica y antropológica, National Geographic fue ampliando con el siglo la mirada para abarcar también el espacio, la historia, la diversidad o la atención a los conflictos que amenazan hoy el planeta y a sus habitantes. Como la contaminación del plástico, que la artista Mandy Barker denuncia mediante collages y hermosas composiciones fotográficas realizadas con los miles de desechos que encuentra en las playas. La exposición también recoge una breve muestra del trabajo de la fotoperiodista Lynsey Addario, que fue premio Pulitzer en 2009, y su testimonio sobre las penosas condiciones femeninas en zonas deprimidas y de conflicto: mujeres ataviadas con coloridos saris trabajando en la minería del carbón en India, o una mujer invisible bajo su burka que ha roto aguas al borde de una carretera en Afganistán.
En su libro inacabado Ensayo sobre el exotismo (Cuadernos del Horizonte), el escritor francés Victor Segalen trataba de definir lo exótico como aquello que es muy diferente a nosotros y se encuentra fuera, obligándonos a contemplarlo desde la distancia, y distinguía entre los viajeros mediocres que solo guardan imágenes banales de su periplo y aquellos que aún se sobresaltan y embriagan con lo diverso, que mantienen una percepción aguda e inmediata de lo incomprensible: “No presumamos de poder asimilar las costumbres, los pueblos, las naciones, los otros; por el contrario, alegrémonos de no conseguirlo nunca, reservándonos así el duradero placer de sentir lo Diverso”.
Sí, puede que ya haya pasado ese tiempo en el que necesitábamos del testimonio de otros para ver el mundo. Hoy viajamos cada vez más lejos, nos hemos convertido en esa nueva especie depredadora que arrasa lugares persiguiendo lo exótico, con hambre de ver y fotografiarlo todo, con la paradójica sensación de que todo está ya descubierto. Y sin embargo, documentales o publicaciones como la revista de National Geographic -el mensual más leído en nuestro país, según un panel de la exposición- logran convencernos de que el planeta aún guarda fabulosos tesoros para nosotros, y nos siguen haciendo viajar a lugares ignotos a través de sus páginas o sus espectaculares imágenes.
Espacio Fundación Telefónica
Madrid, hasta febrero de 2019
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