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En una fachada de Urueña |
(Publicado en El País, 13/09/2013)
Hay lugares en España que se diría necesitan de un señuelo para atraer a viajeros despistados, y luego al descubrirlos nos parece imposible no haber sabido de ellos antes. Urueña es uno de esos pueblos estáticos de la meseta castellana que hay que buscar con el dedo en un mapa, probablemente sin un motivo concreto que nos decida a tomar el desvío hasta él. Tras la última curva de una tranquila carretera surge en la línea de los campos la ermita de la Anunciada posada en un valle suave, y sobre ella, la larga muralla que protege la villa de miradas intrusas. Bajo el cielo limpio de un día claro es una visión un poco irreal, de una belleza tan perfecta que se hace innecesaria una etiqueta embaucadora para querer adentrarse en ella.
A Urueña la nombraron en 2007 Villa del Libro siguiendo el modelo de localidades europeas como Hay-on-Wye en Gales, quizá la más conocida por sus festivales literarios. El boato de este título puede parecer excesivo en una población de tan humildes dimensiones a la suspicacia del visitante, que, llevado por la curiosidad, atravesará la muralla por la Puerta del Azogue. Al otro lado hallará una pulcra aldea medieval de apenas 200 habitantes donde podrá curiosear entre los volúmenes viejos o nuevos de una docena de librerías, visitar varios museos y exposiciones o participar en alguna actividad cultural. Si le gustan los libros y los pueblos del interior, este sereno lugar le parecerá el paraíso.
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